Foto: www.quito.com.ec |
El Arrastre de Caudas es un antiguo ritual funerario romano que se realiza en Quito desde el siglo XVI, cada Miércoles Santo en la Catedral de la ciudad, para rendir homenaje a Jesucristo, el "general" muerto.
Antes de iniciar el ritual, el templo se oscurece, creando el escenario preciso para honrar la muerte de Cristo. La voz del relator cuenta el origen de la ceremonia y es lo único que se escucha en las tres naves de La Catedral.
Los religiosos que cuidan La Catedral representan la tropa presidida por el Arzobispo de Quito, y entran sigilosos por un costado del altar mayor y ocupan sus sitios en el presbiterio. El relator de la ceremonia toma su lugar a un costado. Una gran bandera negra con una cruz roja en pleno centro se coloca sobre la larga mesa del altar, acción que da inició a la tradición más antigua del Imperio Romano, cuando el ejército rendía tributo a un general caído en batalla.
Ocho canónigos visten de negro y llevan tres prendas, según explica Monseñor Hugo Reinoso, Decano de la Catedral Metropolitana: la sotana, una capa pequeña y la capucha de la que se desprende la cauda, una tela negra de varios metros de largo que cae por las espaldas de los religiosos y se arrastra por el suelo.
Algunos devotos evitan ser tocados por esta prenda ya que tienen la creencia de que si les roza les llegará la muerte en un año. El Arzobispo luce una vestimenta dorada, púrpura y blanca, adornada con bordados en hilos de oro y plata.
Todos los colores tienen su significado: el negro es el luto por la muerte del Señor; el rojo de la cruz sobre la bandera es el color del martirio; el púrpura es el color de la penitencia; el blanco, de la pureza.
Los religiosos penitentes parten del Altar Mayor y recorren el templo acompañados de dos acólitos, estudiantes del Seminario Mayor, que llevan cirios encendidos. El Arzobispo camina portando el Santísimo, una joya de oro y piedras preciosas que lleva incrustados fragmentos de la Verdadera Cruz, el madero donde Jesucristo padeció su pasión. Desfila bajo un palio, una estructura portátil colonial utilizada hace siglos en las ceremonias religiosas solemnes para proteger y subrayar la dignidad del Santísimo.
Ya en el altar mayor, los sacerdotes se postran y el Arzobispo bate la gran bandera negra. Primero sobre el altar, para así cubrir, simbólicamente, el cuerpo de Cristo. Luego, se voltea y la bate sobre los ocho para contagiarlos de "la energía, los méritos y el espíritu" del Salvador. La música es intensa.
Los incensarios se agitan con profusión. Se rezan los salmos de las primeras vísperas a todo pulmón y la asamblea congregada en la Catedral es bendecida con la Cruz Verdadera. La gente se acerca al altar ya sin miedo. El Arrastre de Caudas concluye mientras suena el Vexilla Regis (himno a las Banderas del Rey). Poco a poco, La Catedral se ilumina de nuevo.
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